El vértigo de algunos lugares, en donde veinte días se pasan en un rato, y uno no termina de llegar, que ya está preparando la partida tres semanas después, contrasta con otros sitios, en los que diez semanas parecen diez meses, y en cada encuentro, hay tiempo para arreglar el mundo, hablar de música, de cine, de sexo, y aún hay tiempo para el silencio y la contemplación serena.
En los viajes, si son lo suficientemente prolongados y diversos, puede uno encontrar con seguridad variadas cadencias, distintos ritmos, mucha variación en el modo en que el tiempo transcurre.
En este tiempo conocí un país en Asia, que fue para mí puro aprendizaje y afecto.
En Taiwán, el tiempo transcurre muy rápido, comienza la jornada al amanecer y el día laboral se prolonga hasta después de la cena. Al final de cada jornada, era imposible realizar balances y solamente había espacio para descansar y prepararse para el día siguiente. No hubo feriados ni descansos, ni tiempos para reflexionar, solamente un rápido devenir de nuevas experiencias y diferentes modos de encarar problemas conocidos en cualquier latitud.
Si hubiera de buscar un extremo opuesto, en todos los aspectos, la comparación natural es otra isla, con muy similares características topográficas aunque con un ritmo vital por completo distinto: Cuba, que conocí en un largo viaje motivado por razones distintas, pero en el que también me tocó conocer el modelo de gestión pública en profundidad. En ambas islas, mi viaje no incluyó motivos turísticos.
Luego, para incluir en estos largos meses un sitio con distintos equilibrios que los antedichos, también recorrí un poco un costado bello del Imperio: el muy extenso Los Angeles, tierra de diversidad, de evocación de tantos filmes disfrutados a lo largo de los años, con otro orden en el modo de gestionar, en un momento completamente especial como no se vivía desde hacía setenta años: Crisis del empleo, de las finanzas, de la economía doméstica y global.
Porqué juntar todo en un sólo post, en un sólo artículo? Porque -lamento la obviedad- algo unió a los tres lugares, tan diversos entre sí, tan ricos cada uno en vivencia y en hondura cultural. Los une mi propia mirada, mi experiencia personal, mi historia aplicada a cada vistazo.
Vayamos por partes. De a poco (continuará.)
En Taiwán, el tiempo transcurre muy rápido, comienza la jornada al amanecer y el día laboral se prolonga hasta después de la cena. Al final de cada jornada, era imposible realizar balances y solamente había espacio para descansar y prepararse para el día siguiente. No hubo feriados ni descansos, ni tiempos para reflexionar, solamente un rápido devenir de nuevas experiencias y diferentes modos de encarar problemas conocidos en cualquier latitud.
Si hubiera de buscar un extremo opuesto, en todos los aspectos, la comparación natural es otra isla, con muy similares características topográficas aunque con un ritmo vital por completo distinto: Cuba, que conocí en un largo viaje motivado por razones distintas, pero en el que también me tocó conocer el modelo de gestión pública en profundidad. En ambas islas, mi viaje no incluyó motivos turísticos.
Luego, para incluir en estos largos meses un sitio con distintos equilibrios que los antedichos, también recorrí un poco un costado bello del Imperio: el muy extenso Los Angeles, tierra de diversidad, de evocación de tantos filmes disfrutados a lo largo de los años, con otro orden en el modo de gestionar, en un momento completamente especial como no se vivía desde hacía setenta años: Crisis del empleo, de las finanzas, de la economía doméstica y global.
Porqué juntar todo en un sólo post, en un sólo artículo? Porque -lamento la obviedad- algo unió a los tres lugares, tan diversos entre sí, tan ricos cada uno en vivencia y en hondura cultural. Los une mi propia mirada, mi experiencia personal, mi historia aplicada a cada vistazo.
Vayamos por partes. De a poco (continuará.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario