sábado, 17 de abril de 2010

Recuerdos de María Rosa

No siempre ocurre. Pero algunas veces alguien que se va nos deja en su modo de irse una última enseñanza, remarca con su modo de partir la huella de su mensaje de siempre.

María Rosa, vivió siendo útil a los demás, ella era la segunda hija mujer de un hombre de armas, y había vivido su vida tratando de ser dulce para ser aceptada.

Correcta, laboriosa, siempre estaba dispuesta y decía y actuaba su lema: "A mí a buena no me van a ganar" En su época, el esfuerzo rendía frutos y los resultados, recompensas.

Educó a sus hijos e hijas con dedicación, con cariño y ternura.
Transmitió candor a toda edad y era pura e incapaz de conspirar, la malicia no estaba nunca en su repertorio.

Vivió ocho décadas, y fue feliz y sufrió. Tuvo hijos, nietos, y biznietos.
Nunca tuvo por costumbre rituales religiosos, pero era creyente.
Su corrección, su don de gentes, inspiraban respeto a los que la conocieron.

Era mesurada, sonriente de cordialidad. Y se fue de a poco. Unos años antes, había perdido la visión paulatinamente. Luego, fue abandonando la razón, y la realidad. Cautiva dentro de su ceguera también dejó que sus recuerdos se fueran confundiendo con sus sueños incumplidos y charlar con ella era una experiencia de ternura candorosa. Sin censura, su relato era un nuevo mundo, distinto del que habíamos vivido junto a ella.

Cuando su partida estaba ya anunciada, fui una noche fría a estar junto a ella para poder despedirme. Aunque estaba inconsciente, dedicó un gesto sonriente a mis caricias en su frente, a mis palabras dulces en su oído. María Rosa se estaba yendo de a poco desde hacía muchos meses. 
De a poco, sin sobresaltar, sin asustar, sin alarmar a nadie de los que la queríamos.

Su muerte ya era parte de nosotros y cuando ya no iba a sorprender ni provocar desazón a ninguno, María Rosa, que era mi madre, simplemente no estuvo más.

No hay comentarios: