domingo, 25 de octubre de 2009

Otra vez por aquí

No pasa el tiempo en todos lados con la misma velocidad.
El vértigo de algunos lugares, en donde veinte días se pasan en un rato, y uno no termina de llegar, que ya está preparando la partida tres semanas después, contrasta con otros sitios, en los que diez semanas parecen diez meses, y en cada encuentro, hay tiempo para arreglar el mundo, hablar de música, de cine, de sexo, y aún hay tiempo para el silencio y la contemplación serena.

En los viajes, si son lo suficientemente prolongados y diversos, puede uno encontrar con seguridad variadas cadencias, distintos ritmos, mucha variación en el modo en que el tiempo transcurre.

En este tiempo conocí un país en Asia, que fue para mí puro aprendizaje y afecto.
En Taiwán, el tiempo transcurre muy rápido, comienza la jornada al amanecer y el día laboral se prolonga hasta después de la cena. Al final de cada jornada, era imposible realizar balances y solamente había espacio para descansar y prepararse para el día siguiente. No hubo feriados ni descansos, ni tiempos para reflexionar, solamente un rápido devenir de nuevas experiencias y diferentes modos de encarar problemas conocidos en cualquier latitud.

Si hubiera de buscar un extremo opuesto, en todos los aspectos, la comparación natural es otra isla, con muy similares características topográficas aunque con un ritmo vital por completo distinto: Cuba, que conocí en un largo viaje motivado por razones distintas, pero en el que también me tocó conocer el modelo de gestión pública en profundidad. En ambas islas, mi viaje no incluyó motivos turísticos.

Luego, para incluir en estos largos meses un sitio con distintos equilibrios que los antedichos, también recorrí un poco un costado bello del Imperio: el muy extenso Los Angeles, tierra de diversidad, de evocación de tantos filmes disfrutados a lo largo de los años, con otro orden en el modo de gestionar, en un momento completamente especial como no se vivía desde hacía setenta años: Crisis del empleo, de las finanzas, de la economía doméstica y global.

Porqué juntar todo en un sólo post, en un sólo artículo? Porque -lamento la obviedad- algo unió a los tres lugares, tan diversos entre sí, tan ricos cada uno en vivencia y en hondura cultural. Los une mi propia mirada, mi experiencia personal, mi historia aplicada a cada vistazo.

Vayamos por partes. De a poco (continuará.)


sábado, 30 de mayo de 2009

Libros tóxicos

Ella, agobiada por una dolencia del espíritu y completamente sola, se interpuso al paso de un tren que venía a toda velocidad.

Para el mismo fin, otro usa una soga y alguno simplemente el agua a la que se arroja desde algún puente.

¿Trenes tóxicos? ¿Soga tóxica?  Agua. . . ¿Tóxica? La verdad es que nunca lo escuchamos, y a nadie se le ocurre semejante disparate de calificar a cualquier cosa de ese modo. Porque queda claro que no son las cosas las que son dañinas. La verdad es que somos nosotros los que podemos tener contacto con ellas para beneficio o para perjuicio. El afán de daño no está en las cosas. . .

La carrera por ganar dinero a costa de los demás, de la inocencia de los demás, de la angustia de los demás, de la insatisfacción de los demás, pero especialmente a costa de las ganas de mejorar, de saber,  de iluminarse de los demás llega a extremos casi siempre reñidos no solamente con los valores humanos usualmente universales, sino a transformar conceptos francamente estúpidos en "verdades reveladas" completamente disparatadas.

Tratando de hurgar en el tema de la toxicidad, me encuentro con que al negocio editorial se le suman innumerables rebotes en los más diversos tipos de sitios en internet que amplifican y hacen eco de las gansadas que se han puesto transitoriamente de moda. Y lo peor es que esos sitios lo hacen -en su gran mayoría- sin complicidad conciente. Lo hacen con la pretensión de divulgar un nuevo descubrimiento científico.

Por supuesto, como de costumbre, nos limitamos a señalar la falta de contribuciones al desarrollo de la evolución humana. No nos ponemos a tratar de descubrir conspiraciones por detrás de estos sucesos. 

Ahora, si no existen las categorías de tóxicos en las cosas, sino el deseo de intoxicarse por diversas razones en algunas personas en algunos momentos. . . ¿Podemos clasificar a algunas lecturas como tóxicas?

Veamos. Hay libros de calidad y otros no. Hay todo tipo de lecturas. . . para todo tipo de fines.
Pero si existe una lectura que se presenta como erudita, por ejemplo, y en realidad es una chapucería ¿qué diríamos de ella? ¿Libro tóxico? 

No. Chapucería. El daño no puede estar en el libro. El daño está en creer a rajatabla, en no razonar, en tenerle más respeto a la palabra escrita que al propio raciocinio. Así como la capacidad de daño con el agua o la soga o el tren es dependiente de lo que se haga con ellas. No son tóxicas de por sí. Los libros o la gente tampoco

Para ganar en la lotería hay que ser el dueño del casino. Él gana cada noche. Es el camino infalible.
Para triunfar en su profesión se deberá trabajar duro, ser perseverante y flexible y especialmete respetuoso de sus clientes. Esto no es infalible, pero acerca mucho a la meta.
Las relaciones amorosas requieren también de respeto por los demás, esmero en la construcción de la propia valía, y enorme capacidad para soportar las  frustraciones que -siempre- vienen incluídas en el menú amoroso. El éxito será llevar una buena vida, que requiere de estos tres componentes siempre.

Quien lee ávidamente en la búsqueda de recetas mágicas para ganar la lotería, para triunfar en su profesión o en las relaciones amorosas, se está buscando un camino seguro a la frustración y el dolor que ella conlleva. Y si lo que lee es chapucería disfrazada de erudita, está acortando el camino.

domingo, 17 de mayo de 2009

Hoy, hace un rato.


currículum

el cuento es muy sencillo.
usted nace, contempla atribulado 
el rojo azul del cielo, 
el pájaro que emigra,
el torpe escarabajo,
que su zapato aplastará
valiente.

usted sufre,
reclama por comida
y por costumbre,
por obligación
llora limpio de culpas,
extenuado,
hasta que el sueño lo descalifica.

usted ama,
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno,
y el corazón profético
se convierte en escombros.

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto, 
en su mejor momento una nostalgia,
en su peor momento un desamparo,
y siempre, siempre
un lío.

entonces,
usted 
            muere.

                                             Mario Benedetti


miércoles, 22 de abril de 2009

Marketing editorial, psicología de consumo.

Un penalista involucrado en la defensa de personas que habían participado de una guerra civil, me comentó una vez respecto de la dificultad de los intervinientes en el tribunal para poner en contexto hechos ocurridos hacía tres décadas, en un país y en un mundo que eran verdaderamente otros.

Otros eran los valores sociales que predominaban entonces, otras las consideraciones de los hechos, otra la filosofía que impulsaba a actuar. Una generación que no había estado presente en el contexto histórico, que no había vibrado con aquellas luchas, que no "había sufrido en carne propia",  hoy debía ser justa. ¿Respetando cuales valores? ¿Los de hoy o los del momento en que los hechos a juzgar habían ocurrido?

Cuando un hombre de mediana edad mira al joven adolescente que él mismo fué hace más de tres décadas, ¿es piadoso con la inexperiencia y la urgencia que aquél adolescente tenía entonces? Cuando es así, quiere decir que acepta serenamente que todo cambia. Que la vida es como un fluido, a la manera en que el filósofo relataba cuando decía "Nunca te bañarás en las aguas del mismo río"

Entonces, no hay verdades permanentes. Ayer -en el contexto de ayer- tenías razón, pero que hoy -en el contexto de hoy- aquella razón puede ser equivocada.

¿Se tiene en cuenta esto en la vida cotidiana? Mejor que se tenga en cuenta. Porque no se puede congelar absolutamente ninguna cosa si de relaciones sociales hablamos. El tiempo transcurre y nos va haciendo otros, y va haciendo otro al mundo y a los demás también los transforma en otros. 

Un padre o una madre son primerizos de cada hijo. Porque ya no serán aquellos que eran cuando vino el anterior. 

Y no es posible volver a ningún estado anterior. El viudo no puede. La que dejó de ser doncella, nunca volverá a serlo. Y si perdés a tu socio porque te fué desleal o se derrumba tu negocio porque cambiaron las condiciones, lo que re-construyas, será otra cosa.

¿Resiliencia aplicada a las personas?. Puro marketing editorial. Solamente un pedazo de caucho retoma su forma luego de un golpe. La gente de carne y  hueso, simplemente cambia. Y eso no significa que no se reponga. Pero si se repone, lo hace desde nuevos supuestos.

Para aprovechar las virtudes resilientes del caucho se inventaron los colchones de gomaespuma. 
Para aprovechar las virtudes de los seres vivos, hay que trabajar siempre en ser flexible para aceptar los cambios y resignificarse en una nueva situación. De los valores. De los semejantes. De uno mismo.

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Aclaración:  Esta nota se escribió basado en la lectura de acciones de marketing editorial disfrazadas de críticas periodísticas de libros sobre el tema. Es una reflexión acerca de la superficialidad del abordaje periodístico "especializado" respecto de temas que merecen mayor dedicación.
Los cronistas se basaban en la acepción original del término resiliencia, vinculado a los materiales inertes, y lo extrapolaban a la conducta humana de un modo que originó mi nota. 
Distintos son los supuestos sobre los que Boris Cyrulnik edificó su teoría. Por ello el título de la nota: MARKETNG EDITORIAL, PSICOLOGÍA DE CONSUMO.

Perros playeros. Con ver gente, está bien.



Chiozza hace notar que cuando uno llega a la casa y hay algún desorden provocado por alguna mascota, si uno se pone a protestar, amenazante, el perro que nada hizo sigue tranquilo moviendo la cola y el que hizo el desorden, baja la cabeza y mete la cola entre las patas. Es una prueba de que estos animales tienen culpa, memoria, y conciencia.

Cualquiera que guste de caminar por las playas del sur, a la vera del mar, se ha sentido con frecuencia gratamente sorprendido de que siempre hay un perro que acude para hacer compañía. Camina junto a uno kilómetros, tal vez juguetea con algún palo o corre a unas gaviotas de a ratos. Pero sigue con uno todo el recorrido. El acompañamiento termina en los límites playeros. Uno se interna en el pueblo, pero el perro vuelve al lado del mar.  Ambos disfrutamos del momento convergente.

Esto lo hacen a cambio de la misma gratificación que uno obtiene: Un rato de compañía. No piden comida ni abrigo, a veces ni siquiera caricias. Lo mismo que dan, es lo que suelen esperar. Es así de simple. La armonía que brinda el caminar junto al mar, el escuchar la brisa en la piel y la música zen del mar yendo y viniendo. La visión de ese agradable horizonte nos brinda a los caminantes (a los dos caminantes) un reparador equilibrio. Un equilibrio que no se rompe. Salvo que . . .

Salvo que alguien no sepa, no pueda, mantener ese equilibrio. Entonces, ese alguien piensa que el perro se enamoró de él. Que ese perro quiere ser adoptado, o abrigado o alimentado.  Esa falta de percepción del anhelo del otro,  esa equivocación se transforma muchas veces en acto. Y ese alguien equivocando el mensaje de la armonía zen del mar, el horizonte, la brisa, las gaviotas, el andar y los perros, rompe el equilibrio. De la playa, del momento completamente desaprovechado y de la vida del otro (que es el perro) y seguramente de más otros.

No voy a abundar. Ya se sabe: El perro, que disponía de un lugar vital de muchos kilómetros de extensión, junto a otros congéneres con los que se reproducía, jugaba, competía y armonizaba. . . termina desarraigado, castrado, vacunado, bañado, rapado y viviendo en el mejor de los casos en el fondo de una casa o en un departamento, hipótesis ya trágica. El relato del "adoptante", hablando de que en verdad el perro con su mirada "triste" pedía ser adoptado y otros detalles bizarros, me los ahorro.

Es notable lo mucho que les cuesta a algunas personas comprender que cada uno tiene su propio universo interior. Que cada uno tiene sus propios anhelos, su propia imagen de lo que quiere como futuro, su personalísima idea del bienestar, o simplemente del estar. Y que cuando dos se acercan, y comparten una parte del camino de la vida, no es porque sean iguales. Simplemente es porque han coincidido en este tramo del camino, y pueden transitarlos juntos armónicamente no porque son iguales sus caminos, sino porque de momentos son convergentes.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El sentido de las cosas.

En el film "Tira a mamá del tren", con Billy Crystal y Danny DeVito hay una escena imperdible.

Uno de ellos quiere agradar al otro, demostrándole que confía en él y que puede tener la confianza de mostrarle algo muy valioso que oculta de la mirada de todos los demás. Le dice:-Voy a mostrarte mi colección de monedas. Nadie la vió mas que yo nunca.

La tiene guardada en un lugar inaccesible, y saca el cofrecito lo abre con una llave también oculta, desenrolla lenta y cuidadamente un paño y exhibe las monedas, las extiende y ordena con un orden que sólo él entiende. Espera, anhelante, que el otro se admire de la entrega que ha hecho de mostrar su intimo tesoro. 

El otro mira detenidamente y dice: - Esto es ridículo! Son monedas corrientes, no tienen más valor que cualquiera de mi propio bolsillo!

El dueño del cofre, sereno y emocionado contesta: - No es así. Mirá. Estas dos monedas, me las dió mi padre (fallecido hace mucho) cuando tenía yo ocho años. Me había mandado a sacar entradas a un juego en el parque de diversiones y estas dos eran el vuelto y me dijo que me las quede. 

Con ese tenor, explicó el origen de cada moneda de su colección. Sus monedas, corrientes para cualquier otro tenían para él connotaciones absolutamente potentes, que sólo él podía percibir.

Bien mirada, esa escena en esa película ayuda a comprender que para cada persona los gestos, las palabras, los objetos, los actos, no significan siempre exactamente lo mismo.  

viernes, 13 de febrero de 2009

El respeto de la norma como Coartada.

Unos ingenieros han hecho un minucioso manual de procedimiento para revisar el circuito eléctrico de unos complicados motores en un edificio inteligente. Se entiende: Sería una misión imposible de cumplir sin el manual. Algo debe desconectarse antes de tocar otra cosa, que a su vez es imprescindible tocar para acceder a otra y todo eso debe hacerse en una secuencia estricta, con herramientas precisas y siguiendo rutinas que no admiten otro modo de hacerse. Vale.

Para este y muchísimos otros ejemplos los Manuales de Procedimiento son completamente imprescindibles. Hasta para usar tu electrodoméstico. Ya nada puede ser intuitivo cuando hay tanta complejidad comprometida en el funcionamiento de las cosas.

Pero. ¿esto es aplicable a todas las cosas que funcionan? Puede ser, pero no con esa rigidez. Porque hay también Manuales de Procedimiento (Se los llama Protocolos) para realizar por ejemplo una cirugía y para la mayoría de los procedimientos de intervención sobre seres vivos. Aunque en estos casos, no es tan rígido el manual, porque hay acción y reacción. Hay imprevistos que se resuelven más por dominar el Arte que la Técnica.

Vayamos un poco más lejos. 

He visto muchas veces en mi trabajo, personas que son Devotas del Manual, del Protocolo, del Ritual Procesal, del Reglamento, de "Lo que dice ahí el cartelito". Devotas, como se es -quien lo es- de los Diez Mandamientos. O de San Algo. Hacen de las reglas un Dogma.

Y navegan en sus vidas laborales en el mar del deber "cumplir con la tarea que se me ha encomendado".

Veamos. ¿es siempre lo mejor eso?

Puede ser en el último eslabón de la cadena militar. Un soldado raso imputado, en un famoso juicio al preguntársele si era cierto el hecho que se le atribuía, dijo: " - Siempre cumplí mis órdenes. Se me marcaba el blanco y yo disparaba. Era mi función, mi razón de ser y estar allí. Soy un soldado".  El tipo se equiparó a una cosa. La carabina podría haber contestado exactamente lo mismo si hubiera sido posible interrogarla.

Vamos a otro caso. Hay montones de personas haciendo fila, muchas con dificultades para moverse. Hay diversidad en los que esperan hace horas y esto incluye ancianos, algunas mujeres con niños.  Cuando se les pregunta a los empleados que abandonan sus puestos de atención al público en el mostrador, dejando a los ciudadanos esperando, dicen: "-Es mi hora de almuerzo" Señalando un cartel que -efectivamente- dice que a esta hora se almuerza en este lugar. Las letras impresas en el cartel parecen de mayor entidad que las necesidades de los que esperan ser atendidos.

Y entonces a veces es necesario recordarles a los Dogmáticos que -a lo largo de toda la vida, de todas las personas, de todas las circunstancias- nunca está la Norma por encima del Objetivo. Que las tareas asignadas lo son en función del cumplimiento del objetivo. Que si en algún momento, por el motivo que sea, se bifurcan los senderos, lo único correcto es desechar el manual y acudir en busca del objetivo.
El objetivo no es cumplir con la tarea.
La tarea, es cumplir con el objetivo.

El cerrajero


Todos, o la mayoría, para salir del edificio metían la llave, la giraban y tiraban de ella, para abrir la puerta.
Naturalmente, cada tres o cuatro meses había que reparar el tambor, que se deterioraba con el uso indebido que se le prodigaba.
Cincuenta unidades, dos llaves por unidad, era una fiesta para el cerrajero por lo menos cuatro veces por año.
Esta vez lo hice venir yo. Le dije: "-Vamos a poner la cerradura invertida. En el marco el macho y en la puerta la hembra."
"-No se puede"
"-Sí se puede. Hay espacio en el marco."
"-Pero, no está hecha para funcionar así." (No podía concebirlo)
"-Hagamos la prueba"

Hace muchos años que no se deteriora. En verdad, nunca más, y hace más de diez años que no viene el cerrajero. Es cierto que ahora para entrar y salir hay que usar las dos manos, una para liberar la cerradura y otra para arrastrar la puerta desde una manija puesta al efecto.
Pero la cerradura permanece siempre usada del modo correcto.

Puede ser -entonces- que haya un modo no concebido por un experto de hacer funcionar algo. 
Y ¿Porqué no probarlo? 

Esa es la idea.

jueves, 12 de febrero de 2009

Bienvenidos

Un día cualquiera, hace ya bastante tiempo, un cliente me pidió una respuesta breve respecto de qué debía contestar cuando le preguntaban en qué materia yo lo asesoraba. 

Maravilloso. Veníamos dedicándole dos horas cada mañana a nuestra tarea, robándoselas al descanso, porque nos juntábamos a las seis, cuando su fábrica comenzaba la tarea a las ocho. Analizábamos sus finanzas, su producción, su estilo de conducción, sus temores, las oportunidades, las amenazas. . . y nunca le habíamos puesto nombre a este trabajo conjunto. 
Entonces, dedicamos un rato a elaborar juntos la respuesta, y cuando por fin quedó bastante claro lo que ocurría, la cara se le iluminó y me dijo: -  ¡ Listo ! . . .  ¡ vos me ayudás a pensar ! 
Y esa síntesis, dicha por quien recibe la contribución, me halagó,  y me hizo resignificarme desde entonces. 

Porque allí había cobrado todo su sentido la entrevista inicial entre él y yo. En aquella ocasión, me había preguntado por mi formación, en especial por mi experiencia en el rubro de su empresa. Le contesté que de ese ramo no sabía casi nada. Pero que por eso nuestro vínculo iba a ser provechoso. Porque iba a hacerle preguntas -desde mi ignorancia- que él hacia demasiado tiempo que no se formulaba. Y que ese era el mayor valor de mi contribución. Hacer que su cotidianeidad se enriqueciera por ser enfocada desde otro punto de vista, desde otra mirada.

Y ese fué el nombre que -cuando fué necesario poner un nombre a nuestro equipo de trabajo- adoptamos: LOM, que quiere decir La Otra Mirada.

No me voy a extender por hoy.

Pero lo que quiero es que haya una introducción a este blog. 

Se trata de que no todo tiene que ser experto. No todo tiene que estar certificado bajo normas. Que los diplomas y las otras cosas que se cuelgan en las paredes, que se anteponen a los nombres, que se ostentan para refirmar lo que se dice o lo que se hace, no son lo imprescindible, ni lo principal, ni lo necesario. Por lo menos, no siempre. Por lo menos, no para todo.
Que hay otros requisitos para que algo sirva, sea útil. Que hay saberes que solamente se certifican con los actos. 

Y que las mayores contribuciones siempre fueron obra o de excéntricos o de momentos de desobediencia de quienes eran políticamente correctos.

Por hoy no voy a redundar. Creo que es cierto que cuanto mas tratas de aclarar, mas oscurece.