jueves, 9 de mayo de 2013

Las cadenas de la ilusión II

Agradeciendo a quienes han dejado comentarios -que aunque no se publican en el blog, siempre leo y atiendo-, he tratado de imaginar si es posible prevenir los largos años de padecimiento por no admitir el desacierto de algunas decisiones que devienen cruciales, fundantes. De allí esta segunda parte.

Si antes hablamos de las consecuencias, del estar encadenado a una ilusión, aquí se habla de cómo se ingresa -casi siempre voluntariamente- a esa prisión.

Una vez, leyendo en el blog de un seguidor hasta entonces desconocido*, me encontré con una enumeración, que me produjo simpatía por ser directo y al punto en sus reflexiones. Voy a transcribir algunas.

  • Si el amor es dar, no esperes reciprocidad, eso sería comercio.
  • Si lo que querés es reconocimiento, sé alguien. No se tienen hijos para que te hagan de grupis.
  • Si tu padre te pegaba de niño, de adolescente te cogía a tus novias y de grande te denunció a un juez, desengañate, nunca te va a querer.
  • Si tu madre siempre te habló mal de tus hermanos y de tu padre y te halagó hasta cuando hacías cagadas, estás en peligro de no entender nada de nada siempre.
  • Una esposa es buena si garchás con alegría y la ves disfrutar con vos. Y si la pasás bárbaro en las vacaciones junto a ella. Y si te alegra verla otra vez, cada vez. Y si te mira sonriendo y es notorio que te admira y que se alegra de estar con vos. Sintéticamente: Cuando empieza el malestar, lo mejor que hay es que los dos cambien de pareja.     

No hubiera yo dicho las cosas de ese modo, sin embargo es para mí difícil no coincidir en el profundo sentido de sus directas frases.

Porque, es que si lo que está a la vista -lo que es evidente-, no es nuestra primera fuente de elaboración de convicciones, si buscamos retorcer e interpretar aquello que es directo y cristalino, es que estaremos racionalizando y no razonando.

Estaremos tejiendo una verdad distorsionada, conveniente, pero lejos de la que la razón nos muestra, una verdad que nos sea mas tolerable, mas cómoda, mas llevadera. Una ilusión.

Lo dicho es lo que depende de nosotros, de nuestra propia capacidad de sumergirnos en una realidad engañosa. Esto ocurre con mucha mas frecuencia de lo que se cree.

Ahora, esto ocurre porque confiamos demasiado en nosotros. Pero, ¿y cuando esa realidad holográfica nos es mostrada por alguien que nos quiere convencer no con razones sino con ilusiones?   ¿Tenemos mas posibilidad o menos posibilidad de ilusionarnos?





Nuevamente, una respuesta por la paradoja: No es el otro el que nos va a ilusionar.
Es nuestra propia dificultad para ser soporte de la idea de que el curso de tu vida depende de tu voluntad, de tu acción, y de tu adecuada percepción de lo que es real.  Nunca hay un otro que te engaña. "No sos vos, soy yo", cabría decir...

Si lo ocurrido en un "escenario" que tiene el encanto que hace soñar se pretende luego real, en la vida puede resultar pueril y patético. Otra vez habla un poeta:


Que profunda emoción
recordar el ayer
cuando todo en Venecia me hablaba de amor
ante mi soledad
en el atardecer
tu lejano recuerdo me viene a buscar
que callada quietud
que tristeza sin fin
que distinta Venecia si me faltas tu
una góndola va
cobijando un amor
el que yo te entregué dime tu donde está.
que tristeza hay en ti
no pareces igual
eres otra Venecia más fría y más gris
el sereno canal
de romántica luz
ya no tiene
el encanto que hacia soñar.
Como sufro al pensar que en Venecia murió
el amor que jurabas eterno guardar
solo queda el adiós
que no puedo olvidar
hoy Venecia sin ti
que triste y sola está**


* Cita parcial.
** Venecia sin ti, de Charles Aznavour

lunes, 10 de diciembre de 2012

Las cadenas de la ilusión


Preocúpate cuando la mariposa recorre el camino inverso,
 y se transforma en gusano.
Lao-Tsé  (1) 


En ocasiones se tienen sensaciones verdaderamente nuevas, que antes nos eran desconocidas.

Un tipo, completamente atravesado por la idea de que sólo con ella iba a poder ser feliz, sentirse completo, luego de padecer durante años la presencia de ella, y de atribuir -equivocadamente- su padecimiento a "la inevitable penuria de cualquier convivencia", la perdió definitivamente a causa de un accidente laboral.
Aunque en los primeros momentos lo embargó una fuerte sensación de pérdida, y cuando se disponía a transitar largos meses de duelo por su inesperada viudez, en menos de una semana comenzó a sentir extrañeza por su nueva sensación, placentera, de repentino apego a la soledad.

Unos días después, escribió una carta dirigida a nadie...a ella en verdad. Comenzaba con esta frase:
"Nunca imaginé, nena, que el paraíso era simplemente que vos no estés..."
Jamás escribió otra línea. Esa frase era la síntesis de los últimos diez años de su vida.

Podemos invertir los géneros. "Un tipo" puede ser "Una mujer". "Ella" podría ser "Él". Da lo mismo.

Porqué nos apegamos de modo tan persistente al displacer, postergando decisiones acertadas, y vivimos en el error durante años...es materia de psicoanalistas. Aquí pretendemos reflexionar solamente de un modo provocativo.

Porque se advierte a simple vista que quien todo lo posterga, esperando que ocurra lo que difícilmente ocurrirá, es una persona ilusa. Y vivir de ilusiones, es una prisión.

"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba."  (2)

No es fácil  reconocer que se ha vivido equivocado muchos años. Tan difícil es, tan doloroso es, que muchas personas son capaces de vivir otros tantos años cargando con los mismos errores.
Es allí, mientras se espera con ilusión que ocurra lo imposible, que nos vamos encadenando a rituales y convicciones cada vez mas alejadas de lo necesario, de lo adecuado. Y vivimos aprisionados por el displacer.

Una prisión, unas cadenas, que para vivir, debemos romper.





(1) La frase de Lao-Tsé, me fué citada por Fabio de Marco, Arquitecto y antropólogo vocacional.
(2) Es una cita parcial de "Los Nadie" del gran Eduardo Galeano.

jueves, 21 de junio de 2012

Mutantia / El dolor de ya no ser


Admitir el devenir de los tiempos es mucho mas difícil que pensar en que todo seguirá siempre igual. Es doloroso, porque solo se tienen unas pocas certezas, y ninguna es grata: vamos a envejecer. Vamos a ser mas vulnerables. Vamos a morir. Todos. No hay excepciones.

Lo insoportable de esas certezas, hace que se intente congelar todo en algún estado de cosas. Y es un camino destinado al fracaso, siempre.

Entonces, tampoco se admite que los caminos de la vida, a veces nos hacen converger junto a una persona, y mas tarde o mas temprano irrumpe la divergencia. No soportar ésto lleva a negar, a pretender que se ha sido defraudado. Que la vida nos engañó.

Lo que ayer era cierto (la juventud, el deslumbramiento, el ímpetu, los deseos) hoy no lo es. Nada es permanente. Dijo Heráclito: "no te bañarás dos veces en las aguas del mismo rio"...la vida es un fluido, un devenir... "lo único permanente es el cambio"...



Cuando no se tiene esa serenidad, cuando se está en la turbulenta toma de conciencia de que ya nada será igual...se tiende a pensar que en verdad lo que era, nunca fue como era. Que se trataba de una puesta en escena, una farsa, una simulación.

Ese dolor, insoportable para una sola alma, trata de compartirse con alguien mas...y generalmente es con quien se compartieron otrora maravillosos momentos vitales. El extremo de la no aceptación de la cambiante realidad se manifiesta cuando se atribuye a esa otra persona la culpa de todo. Ocurre. Y ocurre con mucha frecuencia. Es el misterio del amor transformado en odio que se describe en "La guerra de los Roses" o que se presencia diariamente en los bufetes de abogados dedicados a divorcios.

La ira, el proyectar sobre otros la propia frustración, la propia sensación de pérdida, es un grito desesperado que en principio logra conmover a los demás. Luego, acelera la soledad y la desazón.

Ser flexibles y aceptar que vivimos en una constante mutantia nos libera mucho mas que vivir presa de las cadenas de la ilusión.

domingo, 8 de abril de 2012

Momentos de transición


When you're weary, feeling small,
When tears are in your eyes, I will dry them all;
I'm on your side. when times get rough
And friends just cant be found,
Like a bridge over troubled water
I will lay me down.
Like a bridge over troubled water
I will lay me down.

When you're down and out,
When you're on the street,
When evening falls so hard
I will comfort you.
Ill take your part.
When darkness comes
And pains is all around,
Like a bridge over troubled water
I will lay me down.
Like a bridge over troubled water
I will lay me down.

Sail on silver girl,
Sail on by.
Your time has come to shine.
All your dreams are on their way.
See how they shine.
If you need a friend
Im sailing right behind.
Like a bridge over troubled water
I will ease your mind.
Like a bridge over troubled water
I will ease your mind.

(Puente sobre aguas turbulentas,
Simon & Garfunkel, 1969)


Es el paso de una etapa a otra de la vida.
 Algunas veces se trata de un cambio laboral, otras cambiar de casa, constituir una nueva sociedad profesional, terminar con una relación amorosa, lograr una meta universitaria...

Lo que importa es si resulta significativa esa transición. Si implica una resignificación para su protagonista. Algo que verdaderamente connote una modificación del punto desde que se mira el mundo y la vida. 

Ambos lados del río son seguros cuando se está allí.
Las aguas del momento de crisis son turbulentas. La transición duele, aparece inestable, y ese dolor no es solamente sentido en el alma.
Se pone el cuerpo, y en el dolor de la etapa de transición se siente empequeñecer, se siente abrumación -esto es con falta de visión clara- y aparece la confusión, la extrañez y la angustia.

Aguas turbulentas en que lo viejo no termina de partir, y lo nuevo no termina de llegar, todo aparece inestable y cuestionable.

Arribar a un nuevo estado de cosas implica no solamente crecimiento, sino desarrollo. Porque se torna posible lo que -en un estado de menos madurez- nos parecía imposible. Porque se adquiere nueva visión, mas lucidez, mas hondura, mas intensidad.

No siempre se está en condiciones para encararse una transición.
Lo cotidiano, las rutinas y hasta los rituales son cielo protector, y el refugio en las certezas es cómodo y hasta parece confortable.

Solamente cuando aparece lo que nos pone en crisis, provocando el malestar de lo previsible, el dolor de lo sabido, la convicción de que así jamás vamos a prosperar como personas, estamos preparados para madurar los pasos necesarios para el cambio.


Pero siendo condición necesaria, no resulta -sin embargo- suficiente.
Lo insoportable de la orilla en la que vivimos no alcanza. Es necesario sospechar que en la orilla lejana existe algo mejor. Porque si no, estaríamos abandonando un displacer sin saber a cambio de qué.

Esto último, siendo verdad, lo es sólo a medias. La vida está hacia adelante. Toda navegación que nos saque del pasado es positiva.
Simplemente, porque cuando adquirimos el valor de soltar amarras, estamos evolucionando. Los que llegan a la otra orilla, no son los mismos que partieron, son superiores, y habrá valido la pena aunque sea sólo por haber tenido la madurez de partir.

En la vieja orilla, muchas amarras no querrán ser desatadas: Las certezas, y especialmente los demás, que aún ni conciben la existencia de otros lares, aparecen como culpas, lastres difíciles de soltar.
Sobreponerse no es fácil, pero es necesario. Nadie puede ser culpable de abrazar a la vida, con las esperanzadoras incertidumbres y sorpresas (rarezas) que nos pone a disposición. Quienes no puedan soltar amarras, permanecerán como enterrados de ese lado del río, que se llama pasado
Cuando estés abrumada y te sientas pequeña Cuando haya lágrimas en tus ojos, yo las secaré todas Estoy a tu lado. Cuando las circunstancias sean adversas Y simplemente no encuentres amigos Como un puente sobre aguas turbulentas, yo me desplegaré Cuando te sientas deprimida y rara cuando te encuentres perdida cuando la noche caiga sin piedad yo te consolaré Yo estaré a tu lado Cuando llegue la oscuridad y te envuelvan las penas Como un puente sobre aguas turbulentas, yo me desplegaré Navega, chica plateada Navega Ha comenzado a brillar tu estrella todos tus sueños se verán colmados Mira cómo resplandecen Si necesitas un aliado, Yo navego detrás de ti Como un puente sobre aguas turbulentas Aliviaré tu mente. Aliviaré tu corazón.

(Puente sobre aguas turbulentas,

Simon & Garfunkel, 1969)
Interpretación propia.

lunes, 1 de noviembre de 2010

No solo es Néstor, somos nosotros, los muchachos de los setenta.


Por Daniel Cavallero

Estábamos alejados. Los años de plomo primero, el exceso de cautela y los precarios y tenues pasos del retorno democrático de los ochenta, nos habían ido acorralado en nuestras vidas privadas. O hacer dinero, o triunfar en la profesión, o simplemente ser buena gente, buenos padres.
Los noventa completaron el alejamiento de la política de una parte importante de nuestra generación. Había que tener mucho coraje y temple para intentarlo, en medio del final de la historia, la caída de la bipolaridad y el predominio de los rapaces.
Nuestras epopeyas de aquél entonces, para algunos eran un relato melancólico y para otros una sobreactuada autocrítica-furiosa de conversos.
Entonces parecía que se llegaba por fin a la edad en la que uno se repliega en los cuarteles de invierno, a esperar nomás que el tiempo simplemente transcurra.
Alejados de la idea del protagonismo, replegados en la mas o menos exitosa vida privada, los militantes de los setenta, ahora cuarentones mirábamos la fiesta de pizza y champán de reojo, asqueados. Y nuestros hijos adolescentes nos reprochaban que toda aquella sangre había servido sólo para que cualquier usurpador hiciera bastardas cosas y la palabra "políticos" significara justamente: Delincuentes, mediocres, trepadores, traidores, vendepatrias.
Las módicas esperanzas que se abrieron con las construcciones anti-capitalismo salvaje desde mediados de los noventa, terminaron con la frustración que parecía ya definitiva en el estallido de la coalición pusilánime que tuvo que huir en 2001.
Ya cincuentones, muchos de nosotros nos fuimos a trabajar de inmigrante a España, o vimos cómo muchos compañeros puteaban al aire ya contra toda promesa, contra ninguna esperanza. Era el definitivo fracaso de la idea de que hacer política podría ser útil para mejorar nuestra vida, el futuro de nuestros hijos.

La aparición de Kirchner en el escenario nos simpatizó mas que todo porque veníamos de los serios acartonados cagadores. Y este flaco con sus trajes cruzados pasados de moda, su firmar los libros supremos con una birome barata, con su jueguito medio torpe con el bastón presidencial y esa morocha preciosa de esposa mirándolo divertida. Nos cayó bien cuando dijo que era un tipo común con una misión poco común.
Todas las demás sorpresas fueron buenas. Lo trajo a Fidel, y lo vimos a Fidel horas hablando libre en las escalinatas de la Facultad.  Y cuando Bush en Mar del Plata, le armó un contracongreso, con Maradona y Chávez cantando ¡ALCA ALCA al carajo!
Le puso el pecho a la vomitiva corte suprema del sultanato, y los sacó a patadas, con la ley en la mano. Y abrazó a Hebe y a Estela, que comenzaron a transitar el Palacio como nunca antes, como nunca antes.
Muchos antes hicieron extensos aunque siempre incompletos inventarios de las buenas cosas que fueron ejecutadas desde aquél 25 de mayo de 2003 por Néstor y Cristina. No es aquí donde vamos a repetirlos. Pero hay otra enumeración imprescindible.
Son los millones de los beneficiados por el cambio de timón de las políticas de gobierno.
Son nuestros hijos, que comenzaron a gustar de hacer política.
Y somos nosotros, los compañeros de promoción del flaco, que sentimos que el flaco nos  mostraba un camino posible, para acometer acciones posibles por el bien de la Patria. Nos devolvió la dignidad a la generación de cincuentones que padecíamos la pregunta de los jóvenes que nos miraban como a soñadores frustrados.
Hoy, cuando el flaco terminó de darlo todo por todos nosotros, sentimos también que hay una generación de jóvenes que clama por ocupar el espacio que rápidamente debemos dejar libre, como ya lo hizo el flaco.

lunes, 25 de octubre de 2010

Tan lejos, tan cerca. Querido Néstor




Néstor y lo que viene     

Por Mempo Giardinelli

29 OCTUBRE 2010 
Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo, y necesito expresarlo.
Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores. Los lameculos profesionales que ahora se dicen “disidentes”. Los frívolos y los garcas que a diario dibujan Rudi y Dany.
Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida. Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz.
Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco, al menos, resplandece como para una mejor causa.
Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba.
Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando agua clara y aceite usado y viscoso. Pero lo fui respetando a medida que, con un poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias.
Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:
-El que cambió la política pública de Derechos Humanos en la Argentina. Nada menos. Ahora algunos dicen que estar “hartos” del asunto, como otros criticaron siempre que era una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente. Y así se ganó el respeto de millones.
-El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha sabido cambiar a la justicia argentina.
-El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los atentados sufridos por la comunidad judía en los ‘90.
-El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.
-El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a los culpables del genocidio.
-El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y otras payasadas.
-El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas, y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e inclusiva.
-El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.
-El que cambió radicalmente la política de Defensa, de manera que ahora este país empieza a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez en su historia.
-El que inició una gestión plural en la Cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la Ciudad de Buenos Aires.
-El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy permite recaudaciones récord.
-El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.
-El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.
-El que con la nueva Ley de Medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.
-El que impulsó la Ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás tuvimos.
-El que viene gestionando un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo. Y va por más, porque se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de estos con las herencias de Martínez de Hoz y de Cavallo. Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide. Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem. De manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el 46 y el 55, produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional. A ver si alguien puede decir lo contrario.
De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar ladeado, como el de los pingüinos.
Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como “indispensable” y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.
Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo, con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente “Los K” y nosotros, los argentinos de a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como “Néstor y Cristina, los que cambiaron la Argentina”.
Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.
Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país? 

martes, 13 de julio de 2010

Hechos, leyes, palabras.



Las palabras y los hechos.

Hace algunos años, un niño de dos años estaba internado en un sanatorio, luego de sufrir una compleja cirugía craneana, en varias etapas. Estaba allí desde hacía dos meses, y repentinamente comenzó a temblar preguntando -¿qué me pasa, papi?. El padre llamó urgentemente y acudieron enfermeras y el médico de turno. Minutos después de revisarlo, y mientras el niño seguía temblando asustado, el padre recibió de los médicos las palabras: -Septicemia. La sangre está distribuyendo repentinamente bacterias por todo el cuerpo. Infección generalizada. Llame a la familia urgentemente.

El padre bajó casi volando los cinco pisos, salió a la calle, y comenzó a correr en búsqueda de un cura en un convento Católico que estaba a pocas cuadras de distancia. Quería auxilio, compasión, confortación, oración, milagro, cuidado, cura, amor, contención, abrazo, comprensión. Eso es lo que este hombre creyente esperaba recibir de su dios en una terrible situación como esta.

Allí, agitado y casi lloroso, pidió a una recepcionista en la puerta lateral que por favor llamara a un cura: - ¡Muy rápido, por favor, mi hijo se muere y necesitamos ayuda!. Ella, dijo que los curas estaban “ocupados en una reunión” pero ante la insistencia del padre, tomó el teléfono interno y llamo por fin a un cura, que vino y se presentó al padre del niño, que ya estaba desesperado. En la breve charla, el padre del niño comentó que su mujer estaba en la clínica con el niño, y que la madre del niño estaba descansando en su casa, ya que había hecho la “guardia” de la noche. El cura dijo – Entonces, vives en pecado. . . Y dijo: – Por favor espere unos instantes. Y se fué. Y la recepcionista atendió el interno cuando sonó y cuando colgó le dijo al padre del niño: -El domicilio de esa Clínica pertenece a otra iglesia, que está en . . .

Al salir a la calle, el padre del niño, llorando miró al cielo y dijo: -¿En qué manos dejás tus asuntos?

Y desde un teléfono público llamó a la familia, para que vengan todos, el niño estaba desahuciado.

Marchó, lento, consternado, hacia el sanatorio. Subió a la habitación del niño, casi sin esperanzas. El niño estaba comiendo un postre, de manos de su mujer, sonrientes ambos. -¿Dónde fuiste, papi? -A llamar a mamá, para que juguemos todos juntos, estaba un poco triste yo. Los médicos luego explicaron que había sido "solo una reacción alérgica" el temblor.

Este padre aprendió a separar su fe de quienes se arrogan la representación de ella. Lo aprendió ese día, y él -que es creyente- dijo que su dios le había rescatado a él y a su hijo de los malos curas.

Los hechos y las leyes

Años después, el estado legisló el divorcio vincular. Complementario a eso, varias leyes mejoraron el derecho de familia, igualando a todos los hijos ante la ley, estableciendo la igualdad de ambos cónyuges respecto de la Patria Potestad y -para ciertas necesidades- a los convivientes con los casados.

Se acabaron muchos términos: “Hijo bastardo” “Concubinato” “ Hijo natural” y tantos otros que hoy nos avergüenzan, pero que eran cotidianos en escritos oficiales, periodísticos y hasta en charlas cotidianas de gente común.

Es sabido y dicho hasta el cansancio que las leyes marchan en la retaguardia de las sociedades. Es así, y es bueno que sea así. Porque es el uso y la costumbre el mejor modelo para identificar respecto de qué situaciones la ley debe garantizar derechos, por ejemplo. También es sabido que existen quienes medran con el estado de las cosas y son quienes más se resisten al cambio, en todas las ocasiones.

Entonces, uno puede ser o no ser tributario de un derecho, y puede tener criterio y humanidad para reconocer ese derecho a quienes son beneficiarios de él. Por ejemplo usted no anda en silla de ruedas, pero admite y aprueba o promueve que haya rampas en todos los sitios necesarios para que quien se traslada solamente en silla de ruedas pueda disponer del mismo derecho al acceso del que usted dispone. Y puede vivir su vida -si lo prefiere- sin tener en cuenta jamas a quien se traslada en silla de ruedas, pero cuando se cruza con alguno, lo deja pasar primero. Y promover las rampas nunca va a ser confundido con promover la parálisis de piernas.

Las leyes y las palabras

Nosotros, hoy en julio de 2010, no sabemos cuantas palabras van a dejar de usarse con la ley de matrimonio igualitario. Pero van a dejar de usarse muchas de las que algún día nos vamos a avergonzar por haberlas pronunciado. Dejo como tarea a quien lea esto, la confección del listado posible.


sábado, 17 de abril de 2010

Recuerdos de María Rosa

No siempre ocurre. Pero algunas veces alguien que se va nos deja en su modo de irse una última enseñanza, remarca con su modo de partir la huella de su mensaje de siempre.

María Rosa, vivió siendo útil a los demás, ella era la segunda hija mujer de un hombre de armas, y había vivido su vida tratando de ser dulce para ser aceptada.

Correcta, laboriosa, siempre estaba dispuesta y decía y actuaba su lema: "A mí a buena no me van a ganar" En su época, el esfuerzo rendía frutos y los resultados, recompensas.

Educó a sus hijos e hijas con dedicación, con cariño y ternura.
Transmitió candor a toda edad y era pura e incapaz de conspirar, la malicia no estaba nunca en su repertorio.

Vivió ocho décadas, y fue feliz y sufrió. Tuvo hijos, nietos, y biznietos.
Nunca tuvo por costumbre rituales religiosos, pero era creyente.
Su corrección, su don de gentes, inspiraban respeto a los que la conocieron.

Era mesurada, sonriente de cordialidad. Y se fue de a poco. Unos años antes, había perdido la visión paulatinamente. Luego, fue abandonando la razón, y la realidad. Cautiva dentro de su ceguera también dejó que sus recuerdos se fueran confundiendo con sus sueños incumplidos y charlar con ella era una experiencia de ternura candorosa. Sin censura, su relato era un nuevo mundo, distinto del que habíamos vivido junto a ella.

Cuando su partida estaba ya anunciada, fui una noche fría a estar junto a ella para poder despedirme. Aunque estaba inconsciente, dedicó un gesto sonriente a mis caricias en su frente, a mis palabras dulces en su oído. María Rosa se estaba yendo de a poco desde hacía muchos meses. 
De a poco, sin sobresaltar, sin asustar, sin alarmar a nadie de los que la queríamos.

Su muerte ya era parte de nosotros y cuando ya no iba a sorprender ni provocar desazón a ninguno, María Rosa, que era mi madre, simplemente no estuvo más.

domingo, 25 de octubre de 2009

Otra vez por aquí

No pasa el tiempo en todos lados con la misma velocidad.
El vértigo de algunos lugares, en donde veinte días se pasan en un rato, y uno no termina de llegar, que ya está preparando la partida tres semanas después, contrasta con otros sitios, en los que diez semanas parecen diez meses, y en cada encuentro, hay tiempo para arreglar el mundo, hablar de música, de cine, de sexo, y aún hay tiempo para el silencio y la contemplación serena.

En los viajes, si son lo suficientemente prolongados y diversos, puede uno encontrar con seguridad variadas cadencias, distintos ritmos, mucha variación en el modo en que el tiempo transcurre.

En este tiempo conocí un país en Asia, que fue para mí puro aprendizaje y afecto.
En Taiwán, el tiempo transcurre muy rápido, comienza la jornada al amanecer y el día laboral se prolonga hasta después de la cena. Al final de cada jornada, era imposible realizar balances y solamente había espacio para descansar y prepararse para el día siguiente. No hubo feriados ni descansos, ni tiempos para reflexionar, solamente un rápido devenir de nuevas experiencias y diferentes modos de encarar problemas conocidos en cualquier latitud.

Si hubiera de buscar un extremo opuesto, en todos los aspectos, la comparación natural es otra isla, con muy similares características topográficas aunque con un ritmo vital por completo distinto: Cuba, que conocí en un largo viaje motivado por razones distintas, pero en el que también me tocó conocer el modelo de gestión pública en profundidad. En ambas islas, mi viaje no incluyó motivos turísticos.

Luego, para incluir en estos largos meses un sitio con distintos equilibrios que los antedichos, también recorrí un poco un costado bello del Imperio: el muy extenso Los Angeles, tierra de diversidad, de evocación de tantos filmes disfrutados a lo largo de los años, con otro orden en el modo de gestionar, en un momento completamente especial como no se vivía desde hacía setenta años: Crisis del empleo, de las finanzas, de la economía doméstica y global.

Porqué juntar todo en un sólo post, en un sólo artículo? Porque -lamento la obviedad- algo unió a los tres lugares, tan diversos entre sí, tan ricos cada uno en vivencia y en hondura cultural. Los une mi propia mirada, mi experiencia personal, mi historia aplicada a cada vistazo.

Vayamos por partes. De a poco (continuará.)


sábado, 30 de mayo de 2009

Libros tóxicos

Ella, agobiada por una dolencia del espíritu y completamente sola, se interpuso al paso de un tren que venía a toda velocidad.

Para el mismo fin, otro usa una soga y alguno simplemente el agua a la que se arroja desde algún puente.

¿Trenes tóxicos? ¿Soga tóxica?  Agua. . . ¿Tóxica? La verdad es que nunca lo escuchamos, y a nadie se le ocurre semejante disparate de calificar a cualquier cosa de ese modo. Porque queda claro que no son las cosas las que son dañinas. La verdad es que somos nosotros los que podemos tener contacto con ellas para beneficio o para perjuicio. El afán de daño no está en las cosas. . .

La carrera por ganar dinero a costa de los demás, de la inocencia de los demás, de la angustia de los demás, de la insatisfacción de los demás, pero especialmente a costa de las ganas de mejorar, de saber,  de iluminarse de los demás llega a extremos casi siempre reñidos no solamente con los valores humanos usualmente universales, sino a transformar conceptos francamente estúpidos en "verdades reveladas" completamente disparatadas.

Tratando de hurgar en el tema de la toxicidad, me encuentro con que al negocio editorial se le suman innumerables rebotes en los más diversos tipos de sitios en internet que amplifican y hacen eco de las gansadas que se han puesto transitoriamente de moda. Y lo peor es que esos sitios lo hacen -en su gran mayoría- sin complicidad conciente. Lo hacen con la pretensión de divulgar un nuevo descubrimiento científico.

Por supuesto, como de costumbre, nos limitamos a señalar la falta de contribuciones al desarrollo de la evolución humana. No nos ponemos a tratar de descubrir conspiraciones por detrás de estos sucesos. 

Ahora, si no existen las categorías de tóxicos en las cosas, sino el deseo de intoxicarse por diversas razones en algunas personas en algunos momentos. . . ¿Podemos clasificar a algunas lecturas como tóxicas?

Veamos. Hay libros de calidad y otros no. Hay todo tipo de lecturas. . . para todo tipo de fines.
Pero si existe una lectura que se presenta como erudita, por ejemplo, y en realidad es una chapucería ¿qué diríamos de ella? ¿Libro tóxico? 

No. Chapucería. El daño no puede estar en el libro. El daño está en creer a rajatabla, en no razonar, en tenerle más respeto a la palabra escrita que al propio raciocinio. Así como la capacidad de daño con el agua o la soga o el tren es dependiente de lo que se haga con ellas. No son tóxicas de por sí. Los libros o la gente tampoco

Para ganar en la lotería hay que ser el dueño del casino. Él gana cada noche. Es el camino infalible.
Para triunfar en su profesión se deberá trabajar duro, ser perseverante y flexible y especialmete respetuoso de sus clientes. Esto no es infalible, pero acerca mucho a la meta.
Las relaciones amorosas requieren también de respeto por los demás, esmero en la construcción de la propia valía, y enorme capacidad para soportar las  frustraciones que -siempre- vienen incluídas en el menú amoroso. El éxito será llevar una buena vida, que requiere de estos tres componentes siempre.

Quien lee ávidamente en la búsqueda de recetas mágicas para ganar la lotería, para triunfar en su profesión o en las relaciones amorosas, se está buscando un camino seguro a la frustración y el dolor que ella conlleva. Y si lo que lee es chapucería disfrazada de erudita, está acortando el camino.

domingo, 17 de mayo de 2009

Hoy, hace un rato.


currículum

el cuento es muy sencillo.
usted nace, contempla atribulado 
el rojo azul del cielo, 
el pájaro que emigra,
el torpe escarabajo,
que su zapato aplastará
valiente.

usted sufre,
reclama por comida
y por costumbre,
por obligación
llora limpio de culpas,
extenuado,
hasta que el sueño lo descalifica.

usted ama,
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno,
y el corazón profético
se convierte en escombros.

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto, 
en su mejor momento una nostalgia,
en su peor momento un desamparo,
y siempre, siempre
un lío.

entonces,
usted 
            muere.

                                             Mario Benedetti


miércoles, 22 de abril de 2009

Marketing editorial, psicología de consumo.

Un penalista involucrado en la defensa de personas que habían participado de una guerra civil, me comentó una vez respecto de la dificultad de los intervinientes en el tribunal para poner en contexto hechos ocurridos hacía tres décadas, en un país y en un mundo que eran verdaderamente otros.

Otros eran los valores sociales que predominaban entonces, otras las consideraciones de los hechos, otra la filosofía que impulsaba a actuar. Una generación que no había estado presente en el contexto histórico, que no había vibrado con aquellas luchas, que no "había sufrido en carne propia",  hoy debía ser justa. ¿Respetando cuales valores? ¿Los de hoy o los del momento en que los hechos a juzgar habían ocurrido?

Cuando un hombre de mediana edad mira al joven adolescente que él mismo fué hace más de tres décadas, ¿es piadoso con la inexperiencia y la urgencia que aquél adolescente tenía entonces? Cuando es así, quiere decir que acepta serenamente que todo cambia. Que la vida es como un fluido, a la manera en que el filósofo relataba cuando decía "Nunca te bañarás en las aguas del mismo río"

Entonces, no hay verdades permanentes. Ayer -en el contexto de ayer- tenías razón, pero que hoy -en el contexto de hoy- aquella razón puede ser equivocada.

¿Se tiene en cuenta esto en la vida cotidiana? Mejor que se tenga en cuenta. Porque no se puede congelar absolutamente ninguna cosa si de relaciones sociales hablamos. El tiempo transcurre y nos va haciendo otros, y va haciendo otro al mundo y a los demás también los transforma en otros. 

Un padre o una madre son primerizos de cada hijo. Porque ya no serán aquellos que eran cuando vino el anterior. 

Y no es posible volver a ningún estado anterior. El viudo no puede. La que dejó de ser doncella, nunca volverá a serlo. Y si perdés a tu socio porque te fué desleal o se derrumba tu negocio porque cambiaron las condiciones, lo que re-construyas, será otra cosa.

¿Resiliencia aplicada a las personas?. Puro marketing editorial. Solamente un pedazo de caucho retoma su forma luego de un golpe. La gente de carne y  hueso, simplemente cambia. Y eso no significa que no se reponga. Pero si se repone, lo hace desde nuevos supuestos.

Para aprovechar las virtudes resilientes del caucho se inventaron los colchones de gomaespuma. 
Para aprovechar las virtudes de los seres vivos, hay que trabajar siempre en ser flexible para aceptar los cambios y resignificarse en una nueva situación. De los valores. De los semejantes. De uno mismo.

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Aclaración:  Esta nota se escribió basado en la lectura de acciones de marketing editorial disfrazadas de críticas periodísticas de libros sobre el tema. Es una reflexión acerca de la superficialidad del abordaje periodístico "especializado" respecto de temas que merecen mayor dedicación.
Los cronistas se basaban en la acepción original del término resiliencia, vinculado a los materiales inertes, y lo extrapolaban a la conducta humana de un modo que originó mi nota. 
Distintos son los supuestos sobre los que Boris Cyrulnik edificó su teoría. Por ello el título de la nota: MARKETNG EDITORIAL, PSICOLOGÍA DE CONSUMO.

Perros playeros. Con ver gente, está bien.



Chiozza hace notar que cuando uno llega a la casa y hay algún desorden provocado por alguna mascota, si uno se pone a protestar, amenazante, el perro que nada hizo sigue tranquilo moviendo la cola y el que hizo el desorden, baja la cabeza y mete la cola entre las patas. Es una prueba de que estos animales tienen culpa, memoria, y conciencia.

Cualquiera que guste de caminar por las playas del sur, a la vera del mar, se ha sentido con frecuencia gratamente sorprendido de que siempre hay un perro que acude para hacer compañía. Camina junto a uno kilómetros, tal vez juguetea con algún palo o corre a unas gaviotas de a ratos. Pero sigue con uno todo el recorrido. El acompañamiento termina en los límites playeros. Uno se interna en el pueblo, pero el perro vuelve al lado del mar.  Ambos disfrutamos del momento convergente.

Esto lo hacen a cambio de la misma gratificación que uno obtiene: Un rato de compañía. No piden comida ni abrigo, a veces ni siquiera caricias. Lo mismo que dan, es lo que suelen esperar. Es así de simple. La armonía que brinda el caminar junto al mar, el escuchar la brisa en la piel y la música zen del mar yendo y viniendo. La visión de ese agradable horizonte nos brinda a los caminantes (a los dos caminantes) un reparador equilibrio. Un equilibrio que no se rompe. Salvo que . . .

Salvo que alguien no sepa, no pueda, mantener ese equilibrio. Entonces, ese alguien piensa que el perro se enamoró de él. Que ese perro quiere ser adoptado, o abrigado o alimentado.  Esa falta de percepción del anhelo del otro,  esa equivocación se transforma muchas veces en acto. Y ese alguien equivocando el mensaje de la armonía zen del mar, el horizonte, la brisa, las gaviotas, el andar y los perros, rompe el equilibrio. De la playa, del momento completamente desaprovechado y de la vida del otro (que es el perro) y seguramente de más otros.

No voy a abundar. Ya se sabe: El perro, que disponía de un lugar vital de muchos kilómetros de extensión, junto a otros congéneres con los que se reproducía, jugaba, competía y armonizaba. . . termina desarraigado, castrado, vacunado, bañado, rapado y viviendo en el mejor de los casos en el fondo de una casa o en un departamento, hipótesis ya trágica. El relato del "adoptante", hablando de que en verdad el perro con su mirada "triste" pedía ser adoptado y otros detalles bizarros, me los ahorro.

Es notable lo mucho que les cuesta a algunas personas comprender que cada uno tiene su propio universo interior. Que cada uno tiene sus propios anhelos, su propia imagen de lo que quiere como futuro, su personalísima idea del bienestar, o simplemente del estar. Y que cuando dos se acercan, y comparten una parte del camino de la vida, no es porque sean iguales. Simplemente es porque han coincidido en este tramo del camino, y pueden transitarlos juntos armónicamente no porque son iguales sus caminos, sino porque de momentos son convergentes.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El sentido de las cosas.

En el film "Tira a mamá del tren", con Billy Crystal y Danny DeVito hay una escena imperdible.

Uno de ellos quiere agradar al otro, demostrándole que confía en él y que puede tener la confianza de mostrarle algo muy valioso que oculta de la mirada de todos los demás. Le dice:-Voy a mostrarte mi colección de monedas. Nadie la vió mas que yo nunca.

La tiene guardada en un lugar inaccesible, y saca el cofrecito lo abre con una llave también oculta, desenrolla lenta y cuidadamente un paño y exhibe las monedas, las extiende y ordena con un orden que sólo él entiende. Espera, anhelante, que el otro se admire de la entrega que ha hecho de mostrar su intimo tesoro. 

El otro mira detenidamente y dice: - Esto es ridículo! Son monedas corrientes, no tienen más valor que cualquiera de mi propio bolsillo!

El dueño del cofre, sereno y emocionado contesta: - No es así. Mirá. Estas dos monedas, me las dió mi padre (fallecido hace mucho) cuando tenía yo ocho años. Me había mandado a sacar entradas a un juego en el parque de diversiones y estas dos eran el vuelto y me dijo que me las quede. 

Con ese tenor, explicó el origen de cada moneda de su colección. Sus monedas, corrientes para cualquier otro tenían para él connotaciones absolutamente potentes, que sólo él podía percibir.

Bien mirada, esa escena en esa película ayuda a comprender que para cada persona los gestos, las palabras, los objetos, los actos, no significan siempre exactamente lo mismo.  

viernes, 13 de febrero de 2009

El respeto de la norma como Coartada.

Unos ingenieros han hecho un minucioso manual de procedimiento para revisar el circuito eléctrico de unos complicados motores en un edificio inteligente. Se entiende: Sería una misión imposible de cumplir sin el manual. Algo debe desconectarse antes de tocar otra cosa, que a su vez es imprescindible tocar para acceder a otra y todo eso debe hacerse en una secuencia estricta, con herramientas precisas y siguiendo rutinas que no admiten otro modo de hacerse. Vale.

Para este y muchísimos otros ejemplos los Manuales de Procedimiento son completamente imprescindibles. Hasta para usar tu electrodoméstico. Ya nada puede ser intuitivo cuando hay tanta complejidad comprometida en el funcionamiento de las cosas.

Pero. ¿esto es aplicable a todas las cosas que funcionan? Puede ser, pero no con esa rigidez. Porque hay también Manuales de Procedimiento (Se los llama Protocolos) para realizar por ejemplo una cirugía y para la mayoría de los procedimientos de intervención sobre seres vivos. Aunque en estos casos, no es tan rígido el manual, porque hay acción y reacción. Hay imprevistos que se resuelven más por dominar el Arte que la Técnica.

Vayamos un poco más lejos. 

He visto muchas veces en mi trabajo, personas que son Devotas del Manual, del Protocolo, del Ritual Procesal, del Reglamento, de "Lo que dice ahí el cartelito". Devotas, como se es -quien lo es- de los Diez Mandamientos. O de San Algo. Hacen de las reglas un Dogma.

Y navegan en sus vidas laborales en el mar del deber "cumplir con la tarea que se me ha encomendado".

Veamos. ¿es siempre lo mejor eso?

Puede ser en el último eslabón de la cadena militar. Un soldado raso imputado, en un famoso juicio al preguntársele si era cierto el hecho que se le atribuía, dijo: " - Siempre cumplí mis órdenes. Se me marcaba el blanco y yo disparaba. Era mi función, mi razón de ser y estar allí. Soy un soldado".  El tipo se equiparó a una cosa. La carabina podría haber contestado exactamente lo mismo si hubiera sido posible interrogarla.

Vamos a otro caso. Hay montones de personas haciendo fila, muchas con dificultades para moverse. Hay diversidad en los que esperan hace horas y esto incluye ancianos, algunas mujeres con niños.  Cuando se les pregunta a los empleados que abandonan sus puestos de atención al público en el mostrador, dejando a los ciudadanos esperando, dicen: "-Es mi hora de almuerzo" Señalando un cartel que -efectivamente- dice que a esta hora se almuerza en este lugar. Las letras impresas en el cartel parecen de mayor entidad que las necesidades de los que esperan ser atendidos.

Y entonces a veces es necesario recordarles a los Dogmáticos que -a lo largo de toda la vida, de todas las personas, de todas las circunstancias- nunca está la Norma por encima del Objetivo. Que las tareas asignadas lo son en función del cumplimiento del objetivo. Que si en algún momento, por el motivo que sea, se bifurcan los senderos, lo único correcto es desechar el manual y acudir en busca del objetivo.
El objetivo no es cumplir con la tarea.
La tarea, es cumplir con el objetivo.

El cerrajero


Todos, o la mayoría, para salir del edificio metían la llave, la giraban y tiraban de ella, para abrir la puerta.
Naturalmente, cada tres o cuatro meses había que reparar el tambor, que se deterioraba con el uso indebido que se le prodigaba.
Cincuenta unidades, dos llaves por unidad, era una fiesta para el cerrajero por lo menos cuatro veces por año.
Esta vez lo hice venir yo. Le dije: "-Vamos a poner la cerradura invertida. En el marco el macho y en la puerta la hembra."
"-No se puede"
"-Sí se puede. Hay espacio en el marco."
"-Pero, no está hecha para funcionar así." (No podía concebirlo)
"-Hagamos la prueba"

Hace muchos años que no se deteriora. En verdad, nunca más, y hace más de diez años que no viene el cerrajero. Es cierto que ahora para entrar y salir hay que usar las dos manos, una para liberar la cerradura y otra para arrastrar la puerta desde una manija puesta al efecto.
Pero la cerradura permanece siempre usada del modo correcto.

Puede ser -entonces- que haya un modo no concebido por un experto de hacer funcionar algo. 
Y ¿Porqué no probarlo? 

Esa es la idea.

jueves, 12 de febrero de 2009

Bienvenidos

Un día cualquiera, hace ya bastante tiempo, un cliente me pidió una respuesta breve respecto de qué debía contestar cuando le preguntaban en qué materia yo lo asesoraba. 

Maravilloso. Veníamos dedicándole dos horas cada mañana a nuestra tarea, robándoselas al descanso, porque nos juntábamos a las seis, cuando su fábrica comenzaba la tarea a las ocho. Analizábamos sus finanzas, su producción, su estilo de conducción, sus temores, las oportunidades, las amenazas. . . y nunca le habíamos puesto nombre a este trabajo conjunto. 
Entonces, dedicamos un rato a elaborar juntos la respuesta, y cuando por fin quedó bastante claro lo que ocurría, la cara se le iluminó y me dijo: -  ¡ Listo ! . . .  ¡ vos me ayudás a pensar ! 
Y esa síntesis, dicha por quien recibe la contribución, me halagó,  y me hizo resignificarme desde entonces. 

Porque allí había cobrado todo su sentido la entrevista inicial entre él y yo. En aquella ocasión, me había preguntado por mi formación, en especial por mi experiencia en el rubro de su empresa. Le contesté que de ese ramo no sabía casi nada. Pero que por eso nuestro vínculo iba a ser provechoso. Porque iba a hacerle preguntas -desde mi ignorancia- que él hacia demasiado tiempo que no se formulaba. Y que ese era el mayor valor de mi contribución. Hacer que su cotidianeidad se enriqueciera por ser enfocada desde otro punto de vista, desde otra mirada.

Y ese fué el nombre que -cuando fué necesario poner un nombre a nuestro equipo de trabajo- adoptamos: LOM, que quiere decir La Otra Mirada.

No me voy a extender por hoy.

Pero lo que quiero es que haya una introducción a este blog. 

Se trata de que no todo tiene que ser experto. No todo tiene que estar certificado bajo normas. Que los diplomas y las otras cosas que se cuelgan en las paredes, que se anteponen a los nombres, que se ostentan para refirmar lo que se dice o lo que se hace, no son lo imprescindible, ni lo principal, ni lo necesario. Por lo menos, no siempre. Por lo menos, no para todo.
Que hay otros requisitos para que algo sirva, sea útil. Que hay saberes que solamente se certifican con los actos. 

Y que las mayores contribuciones siempre fueron obra o de excéntricos o de momentos de desobediencia de quienes eran políticamente correctos.

Por hoy no voy a redundar. Creo que es cierto que cuanto mas tratas de aclarar, mas oscurece.